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        Un universo maravillosamente imperfecto

        Un universo maravillosamente imperfecto

         

        “Casi todo recuerdo de la brillantez de los Tenenbaums había sido borrada por dos décadas de traición, fracaso y desastre”. Esta frase que describe la vida adulta de los tres hijos Tenenbaums en contraste con su niñez, nos adentra indudablemente en el universo visto desde los ojos de Wes Anderson, y nos permite por fortuna apreciar otra de sus ocurrentes historias, que son fáciles de reconocer para quienes siguen su cine con fervor, pues basta con encontrar niños cuyo ingenio e imaginación superen fácilmente los de los adultos; un sinnúmero de nombres y referencias al pasado que solo con el paso de los minutos se van desenvolviendo; y por supuesto, historias que casi sin excepción, involucran a familias disfuncionales que siempre son la causa de los conflictos más profundos de cada personaje.

        Otra de las múltiples aristas del universo Andersoniano, y de hecho una de las más representativas, es la coralidad, donde los personajes para desarrollarse necesitan con urgencia la presencia de otros, que los validan y completan su mundo. Ningún protagonista es nunca más importante que otro en la historia, el director sabe cómo conjugarlos hábilmente y lograr que cada escena extrañe a cada uno de la misma forma. Sin excepción, cada personaje lleva a cuestas una vida llena de conflicto y dolor que solo Wes Anderson puede develar sin producir hastío, y muy por el contrario, nos lleva a sentir tanto ternura como compasión por ellos y sus enmarañadas vidas.

        La historia de Los Excéntricos Tenenbaums (The Royal Tenembaums, 2001), involucra todos estos elementos de manera exacerbada. La familia Tenenbaum es una familia disfuncional como tantas, conformada por padres separados y tres hijos, una de los cuales, Margo, es adoptada. Royal, el padre, ha maximizado siempre las debilidades de sus hijos y ellos, genios desde pequeños en muy disímiles campos finanzas, dramaturgia y tenis, comienzan a crecer con la certeza de que sus vidas han sido consecuencia del estilo de su padre. En contraste, su madre ha sido una mujer abnegada y dedicada a ellos. Sin embargo, cada uno padece conflictos tan complejos como difíciles de sobrellevar, y mientras el padre lucha por recuperar a sus hijos en un principio para su propio beneficio, la madre trata de reconstruir su vida, y los hijos, ya adultos, viven sus pérdidas y carencias afectivas de la peor manera.

        La influencia de los padres en el desarrollo de los hijos es innegable y su conducta repercute directamente en la de estos, pues cuando los primeros están solo empeñados en resaltar las oportunidades de mejora, dejando siempre de lado las fortalezas, los hijos replican el comportamiento consigo mismos y con los demás, convirtiéndose en seres llenos de miedo pero incapaces de expresarlo, con profundas carencias de afecto pero incapaces de ofrecerlo o incluso de recibirlo. Uno de los grandes méritos de este largometraje es que permite observar esas realidades de forma palpable, diagnosticar el daño del pasado en el presente y en el desenvolvimiento en el hoy de un ser humano signado por largos años de dolor y decepción. Pero a pesar de lo complejo que pudiera parecer este entramado, Wes Anderson nos muestra esta realidad de forma natural permitiéndonos apenas vislumbrar lo terrible de estas vidas, y lo hace con la herramienta más obvia pero más difícil de usar, el humor, que hace que las situaciones más espeluznantes parezcan casi normales. Es el uso de este recurso el que permite a Anderson explorar a sus personajes e involucrarnos con ellos a tal punto que siempre queramos su salvación y esperemos para ellos finales felices; y si bien no siempre lo son, si les permite con frecuencia obtener la redención que buscan, permitiéndoles segundas oportunidades, perdón, o esperanza para continuar. Es así como al final, como en casi todos sus films, se nos hace partícipes del desenlace de la vida de sus personajes, donde nos damos cuenta que quizás no todo tiempo pasado fue necesariamente mejor, pues el futuro pareciera más prometedor.

        Los Excéntricos Tenenbaums es una de las realizaciones de Wes Anderson favoritas del público, quizás por su sinceridad, su humor, o la genialidad de sus personajes, que aún siendo tan imperfectos pueden lograr involucrarnos tanto en sus dilemas como en la resolución de estos, y por esa razón, terminamos queriendo para ellos la liberación de sus miedos y sus incertidumbres, liberación que les permita entender que nunca es demasiado tarde para hallar la serenidad que todos buscamos.

        Nuevamente, los personajes de la película son interpretados en su mayoría por los ya usuales actores del cine de Anderson: Owen Wilson, Bill Murray, Luke Wilson y Anjelica Huston, entre otros. En particular, Owen Wilson, actor y amigo personal del director, es también coguionista con Wes Anderson de esta, como de algunas otras de sus historias. Bill Murray por su parte, puede ser considerado sin duda el actor fetiche del director, en tanto ha colaborado con él en ocho de sus nueve largometrajes. Ya sea en apariciones cortas como en El Gran Hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel, 2014) su más reciente producción, secundarias como en los Excéntricos Tenenbaums, o protagónicas como en La vida acuática con Steve Zissou (the Life Aquatic with Steve Zissou, 2004), su invariable y siempre eficaz presencia, le dan al cine de Anderson algo de mágico, algo de lugar común necesario en sus historias que sin tener ninguna similitud en el argumento, llevan sin duda la marca Andersoniana. La inalterable colaboración MurrayAnderson, agrega un toque de humor necesario en las realizaciones del director, que solo Bill Murray con su estilo sarcástico e inexpresivo puede lograr, lo que nos habla de un director capaz de potencializar las características más auténticas de sus actores.

        Wes Anderson ha sabido crear un cuidado y minuciosamente estructurado universo, que lo ha llevado a convertirse en uno de esos directores genios contemporáneos que tanto urgían. Ha logrado obtener un estilo no solo propio sino original, y aunque su cine genere culto, reservas o incluso odio, puede decirse con certeza que este director texano tiene la imaginación y el talento necesarios para seguir dando de qué hablar, pues, eso sí, sobre sus realizaciones nunca se guardará silencio.

        Publicado originalmente en el cuadernillo digital de la revista Kinetoscopio, “El mundo de Wes Anderson” (2014-II), p. 16-17

        ©Centro Colombo Americano de Medellín, 2014

        ©Todos los textos de www.cinesentido.com son de la autoría de Liliana Zapata B.

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