El hombre en busca de sentido

Los temas de las películas pueden ser infinitos, tan similares o disímiles como cada director lo quiera y de acuerdo con su búsqueda particular, sea cual fuere. Pareciera ser que los de Óscar Ruiz Navia, fueran los de la búsqueda del ser humano en pos de sí mismo o de lo que lo hace feliz; y fiel a esto, los personajes de sus filmes son seres libres y sin ataduras, cuyo propósito es hacer lo que mueve su existencia, haciéndoles incluso perder la noción del tiempo, sin jamás abandonar sus sueños. Con Los hongos (2014), su segunda realización, el director caleño ganó el Premio Especial del Jurado, Cineastas del Presente, del Festival de Cine de Locarno, Suiza. En general, sus apenas tres largometrajes le han significado a su talento gran cantidad de premios internacionales, y por su juventud es de esperarse que aún tenga muchas historias que contar y mucho cine por mostrarnos.

La cinta se centra en la vida de dos jóvenes que habitan en la ciudad de Cali, Colombia;, y tal como también lo observamos en Los nadie (2016), del director antioqueño Juan Sebastián Mesa, el argumento gira en torno a la cultura callejera; Mesase se enfocaba en la rutina de los malabaristas, y Óscar Ruiz en la vida de los “grafiteros” que enriquecen las ciudades con su “street art”.

Calvin y Ras son jóvenes con los mismos intereses, para los que sus diferencias económicas, culturales y de oportunidades no son relevantes, pues ambos están en una búsqueda de sentido y en una rebeldía per se que está a favor de una revolución cultural, y en ésta las diferencias sociales son meros formalismos de un statu quo del que precisamente buscan apartarse. De la misma manera que en Los nadie, los protagonistas son personas comunes, inofensivas, que solo buscan vivir su libertad de una manera diferente a la establecida por la colectividad, y que por esa misma razón son tachados de vagos y de perdidos, debido a la intolerancia y a lo aceptado por el “sistema”, con quien tienen pactada su lucha silenciosa. Ras vive con su madre en un sector deprimido de la ciudad de Cali, y Calvin, de clase media, cuida de su abuela enferma y estudia Bellas Artes en la universidad.

Ambos comparten la pasión por los grafitis y buscan hacerse un lugar en el mundo, pero no de la forma que podríamos llamar tradicional. Abrirse camino en una sociedad enferma –como los hongos–, es su fin, y es esta metáfora la que le da el título a la cinta. La historia gira en torno a estos dos seres y a sus peripecias en días comunes, no hay nada extraordinario en sus vidas y eso es parte del valor de la película.

Algunos largometrajes colombianos de esta nueva tendencia –hacia los temas diferentes a la violencia y al narcotráfico–, suelen parecerse, y es inevitable sentir que se está asistiendo a lugares comunes, quizás por la propensión a parecer una mezcla entre documental y ficción, aportado a lo mejor por los actores naturales a los que recurren en su mayoría. Sin embargo, celebro las licencias y exploraciones artísticas que esta clase de cine independiente y de autor pueden darse, porque nutren y enriquecen el universo cinematográfico y nos dejan asistir a experiencias artísticas que el cine comercial tiene más reservas en permitirse. Y aún a pesar de que, en la originalidad que buscaban, estos nuevos directores terminan pareciéndose, es innegable el valor que tienen –y que en lo personal abrazo–, pues el hartazgo del cine recurrente y monotemático al que nos vimos expuestos durante largo tiempo hace que esta clase de filmes sean un oasis de creatividad que reivindican la idea de que los colombianos tenemos muchas más historias que contar, y algunas de forma tan bella como Los hongos.

Publicado originalmente en la revista Kinetoscopio No. 119 (Medellín, julio/septiembre, 2017), p. 28-29

©Centro Colombo Americano de Medellín, 2017

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