Una obra fantasma
Superado el primer escozor que siempre me han producido las películas ambientadas en un país hispano hablante, donde los diálogos se dan en inglés -lo que suprime realismo y afecta el contexto-, comienzo a ver Los Fantasmas de Goya (Goya’s Ghosts, 2006) del director checo nacionalizado estadounidense, Milos Forman, un film que buscaba hacer hincapié en un período específico de España, aquel en el que la “Santa Inquisición” hacía reinar el terror entre la sociedad y que coincidió con la época en la que vivió el gran pintor Español Francisco de Goya, artista oficial de la corte y reconocido y famoso en vida. La obra de Goya está afortunadamente presente durante toda la película, dándole un toque de innegable belleza a la fotografía. Sin embargo, aunque el título alude al pintor, el personaje principal es un monje de la inquisición llamado Lorenzo Casamares -interpretado por Javier Bardem-, quien inevitablemente lleva a pensar que un nombre más certero hubiera sido precisamente Los Fantasmas de Lorenzo Casamares, pues en realidad el papel de Goya en la historia es más el de un elemento incidental que se convierte en la excusa para relacionar a los protagonistas de los sucesos que acaecen; y el de sus obras, en una tremenda ayuda para la concepción visual del film.
Quizás la intención de Milos Forman de abordar el tema social que atravesaba España a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX teniendo como telón de fondo la obra artística de Goya no se compaginaban tan bien, pues ni siquiera bastó que el guion lo acompañara el gran colaborador de Buñuel, Jean-Claude Carrière para hacer de esta, una cinta certera y coherente. Aun cuando la fotografía y la misma obra de Goya la enriquecen, esta adolece de realismo y sus personajes y situaciones se ven forzadas, incómodas y en ocasiones insensatas, si se tiene en cuenta que el contexto era lo suficientemente amenazador y extremo como para que ciertas circunstancias pudieran tener lugar sin que los perpetradores sufrieran los castigos más demenciales.
Los Fantasmas de Goya transcurre en un agitado período de la historia de España, pasando por los últimos años de la Inquisición, la invasión de Napoleón y la posterior derrota de este en manos del ejército británico. En este mismo momento histórico, el gran pintor español Francisco de Goya funge como pintor de la alta sociedad y por esa razón termina poniendo en contacto más por azar que deliberadamente, a Inés Bilbatúa -hija de un adinerado mercader-, y al monje Lorenzo Casamares, quienes serán el centro de los acontecimientos, mediados siempre por la presencia fantasmal de Goya, quien será testigo de sus andanzas y vivencias.
A pesar de las críticas a la actuación de Bardem y sin ser su más sobresaliente rol, fue exagerado el rechazo, pues su interpretación requería cierto nivel de teatralidad que sabemos que Bardem logra conseguir bastante bien, ahora que hemos visto mucho más de su recorrido actoral. Y aunque lo hecho por Natalie Portman fue también bastante acertado, ni siquiera la conjunción de ambos, ni la siempre impecable aparición de Stellan Skarsgård -quien interpreta a Goya-, fueron suficientes para hacer de esta, una cinta memorable.
No cabe duda que Milos Forman era un gran director y uno de los buenos ejecutores en cuanto a biopics se refiere, siendo indudables las cualidades de Amadeus (1984), El nombre del Escándalo (The People vs. Larry Flint, 1996) y El Lunático (Man on the Moon, 1999), pero no es irrelevante el hecho de que Los Fantasmas de Goya no es un biopic en estricto sentido, pues como ya se dijo, Goya no es el centro del film y sabemos poco de su vida gracias al desarrollo de los hechos, excepto quizás que era pintor de la corte y de la alta sociedad, y que, por tanto, era un hombre de bastante influencia, pero además de eso, los sucesos reales son pocos, o al menos difícilmente verificables.
A pesar de todo, y aunque Los Fantasmas de Goya no sea su obra más destacada ni la que refleje las grandes cualidades a las que nos tuvo acostumbrados, ello no desluce la trayectoria cinematográfica completa ni va en detrimento del merecido papel que Milos Forman supo ganarse en la historia, pues esta podría ser para otros directores lo más grande que logren llevar a cabo en toda su carrera. Es probable que siempre estemos esperando demasiado de un gran director y eso haga implacable nuestra mirada cuando nos enfrentamos a una obra promedio de su autoría, pero aunque su impronta no esté tan demarcada en esta realización, un gracias y un hasta siempre es lo que tenemos para Milos Forman.
Publicado originalmente en el Cuadernillo digital de la revista Kinetoscopio 2018-I (Medellín, 2018)
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2018
©Todos los textos de www.cinesentido.com son de la autoría de Liliana Zapata B.