Una mirada sin reservas
Brillante Mendoza es un director filipino no muy difundido en nuestro país, sin embargo, cuenta en su trayectoria con múltiples reconocimientos internacionales a su producción fílmica, entre los que se cuenta la Palma de Oro del Festival de Cannes a mejor Director en 2009 por Kinatay (2009). Además, algunas de sus películas han sido nominadas también en los festivales de Venecia y Berlín.
Teniendo esto en cuenta, acercarse a Lola (2009), su noveno largometraje, permite deducir fácilmente las razones de su éxito en los circuitos de festivales internacionales de cine, pues es un director que nos muestra una realidad sin tapujos, cruenta y despiadada con los más débiles; además, para quienes habitamos al igual que sus “héroes” un lugar del tercer mundo, el contexto de su obra es más comprensible aunque no sea fácilmente asimilable.
“Lola” significa abuela en tagalo -uno de los idiomas oficiales de Filipinas-, y la historia retrata la vida de dos de ellas, Lola Sepa y Lola Puring, donde el nieto de la primera ha sido asesinado por el nieto de la segunda para robarle su teléfono celular. Son dos mujeres humildes, escasas de recursos, cuyas familias subsisten por ellas y son ellas el soporte y la piedra angular de cada hogar. Llenas de dolor ambas, Lola Sepa busca la forma de encontrar los recursos para ofrecerle a su nieto unas exequias dignas, mientras que Lola Puring hace lo propio para defender a su nieto, preso por sospecha de homicidio. Un mundo al revés -donde solo algunos de los jóvenes trabajan y los ancianos son quienes sostienen la familia al precio que sea-, y el contraste de una misma realidad afrontada de diferentes formas y vista desde distintos ángulos, es lo que plantea la película, aunque a la larga sean la misma lucha y el mismo dolor los que impulsan las acciones de las dos abuelas.
Es recurrente en los largometrajes de Mendoza encontrar una marcada crítica a la sociedad de su país y plasmarla sin miramientos y sin misericordia. Al demorar los planos y rodar con un estilo que se asemeja al documental, la cercanía a los sentimientos de sus protagonistas genera más agonía, pues casi pueden sentirse sus miedos y su impotencia, que terminan por contagiar al espectador, quien podría llegar a sentirse casi hastiado de la indolencia de una sociedad que desprecia a quienes le sirven y a quienes más debería proteger.
Uno de los méritos del filme, está en que a pesar de la proximidad que se logra con la turbadora situación que se nos presenta, el director la lleva a su ritmo, sin juzgarla, sin afanarla y sin desgastarla en lamentos. Las abuelas luchas, se esmeran, lo hacen todo por alcanzar su objetivo y nunca vemos una queja a su situación. Sus sonrisas a veces forzadas se apresuran para darles fortaleza y no perder de vista su meta. Y aunque es probable que la logren, el precio ya ha sido demasiado alto y en esto Brillante Mendoza no escatima en hacernos sentir la desesperanza del futuro, uno en el que todo seguirá igual y las respuestas y soluciones duraderas escapan al alcance de seres humanos tan desprotegidos e invariablemente tan a la merced de otros.
La forma de hacer cine de este director, aunque amarga y dura, es tan válida y auténtica como cualquier otra, pues siempre tendrá mérito el ánimo de retratar lo más doloroso de nuestras realidades para hacernos tomar conciencia y ver la vida en perspectiva, si es que en realidad lo hacemos, pues la filmografía de realizadores como Brillante Mendoza sería tan solo una más para admirar y no lograría su propósito si no suscitara por lo menos la reflexión. Si aún estamos a tiempo o no de redimirnos, eso solo el tiempo lo dirá.
Publicado originalmente en la revista Kinetoscopio No. 113 (Medellín, enero/marzo, 2015), p. 26-27
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2015
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