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        Es indudable la emoción que generan el tipo de películas que exploran el tema de hacer público lo oculto, aquello que solamente unos pocos personajes del gobierno conocen y que la ciudadanía en su acceso limitado a la información, no. Es indudable la emoción y también lo es que esta clase de historia en un film, no es nada precisamente innovador, pues recientemente apreciamos a la muy bien lograda En primera plana (Spotlight, 2016) de Tom MacCarthy, ganadora del premio de la Academia a mejor película en 2016 y no tan recientemente Todos los hombres del Presidente (All the President’s Men, 1976) de Alan Pakula, cuyo argumento es en esencia, el mismo.

        Sin embargo, y aunque el tema no sea precisamente disruptivo en su temática, lo que diferencia una película de otra va mucho más allá de su trama; y es donde la dirección, los recursos fotográficos y la actuación la impregnan de un distintivo particular, y en este caso, acá radica el mérito del film. En primer lugar, la siempre impecable dirección de Steven Spielberg le imprime su toque y hacen de la cinta un deleite para los ojos. Por otra parte, los contundentes y veteranos para no empalagar de halagos, Meryl Streep y Tom Hanks –en sus caracterizaciones de Kay Graham y Ben Bradlee, respectivamente, nos auguran que ésta no será una película que pasará desapercibida, ya sea “simplemente” por su aparición en ella (que dicho sea de paso, sigue quedando pendiente la nominación de Tom Hanks a los premios de la Academia en los últimos años), o por la vívida representación que hacen de los personajes que encarnan en esta ocasión.

        Meryl Streep, Tom Hanks y Steven Spielberg en una entrevista sobre The Post.

        Era 1971, la guerra de Vietnam estaba en boca del planeta entero, pues Estados Unidos obstinadamente, se empeñaba en sostener un conflicto absurdo desde sus cimientos; cuando el New York Times accede a unos documentos clasificados acerca de un análisis hecho por el gobierno de la mencionada guerra, y éste, aduciendo un peligro para la seguridad nacional, decide bloquearlos. Mientras esto ocurre, Ben Bradlee el editor del Washington Post obtiene los mismos documentos, y él y la propietaria del periódico, Kay Graham deben tomar la decisión correcta acerca de la publicación o no de éstos, para el bien de la comunidad y de su periódico, en un tiempo récord.

        Aunque fue el New York Times el que abonó el terreno y el que obtuvo en primera instancia los documentos, fue el Washington Post un periódico menos influyente y de menor envergadura, el que decidió involucrarse con la causa real del periodismo de informar antes que sentar posiciones o apoyar posturas por conveniencia, de forma temeraria y arriesgando su tranquilo y definido futuro. La historia es una reivindicación a la mirada que se requiere siempre del periodismo, sin embargo, el tener las agallas para contar la verdad sin tapujos, es un riesgo que no todos están dispuestos a tomar. La cinta, además de contundente en su relato, es un llamado vigente a informar con veracidad, objetividad y responsabilidad, por encima de cualquier otro propósito. La decisión no es tan difícil, ¿del lado de quién se está, de sí mismo, o del bien común? La decisión ética siempre será de ese talante.

        Publicado originalmente en la página web de la revista Kinetoscopio (Medellín, febrero, 2018)

        ©Centro Colombo Americano de Medellín, 2018

        ©Todos los textos de www.cinesentido.com son de la autoría de Liliana Zapata B.

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