Las dos miradas de Capote
Truman Capote, tras largos años de arduo trabajo, investigación y sofoco, escribió A Sangre Fría en 1966, cual fuera su primera obra de “no ficción” –como él mismo llamó a este nuevo género–, basado en los hechos reales acaecidos el 14 de noviembre de 1959 en Holcomb, un lugar lejano del Estado de Kansas, donde cuatro de los miembros de la acaudalada familia Clutter fueron asesinados sin contemplaciones. El libro relata los hechos y, más que eso, los detalles de la vida y los sentimientos de la familia y de los propios asesinos, con quienes el escritor desarrolló una cercanía no poco cuestionada en su época, y cuyos perfiles ocupan principalmente las páginas de su relato.
Capote (2005), a su vez, es el cuarto largometraje de Bennett Miller, un director estadounidense de no muy vasta trayectoria pero sí bastante contundente, quien aún en ciernes en su preferencia por dedicar sus filmes a recrear las vidas de personas que realmente existieron, logró con esta realización remontarnos al momento de la vida de Truman Capote durante la investigación que desembocaría en la obra más representativa de su legado.
Mientras el libro describe los hechos del asesinato y se centra en los protagonistas de la macabra historia, haciendo énfasis en los perpetradores, la película en lugar de buscar reflejar lo que sucedió –con algunas imprecisiones ciertamente, quizás con el ánimo de darle emoción al relato–, se adentra en la mente de Capote, en los acontecimientos que tuvieron lugar en su vida en aquellos años de investigación, en sus intenciones al escribir y en su interacción con los asesinos protagonistas de su libro, dando indicios del egoísmo o quizás de la indolencia que marcaron ese momento de su vida y del que tanto se habló en sus círculos cercanos, pues su deseo, antes que preservar la vida de quienes se habían convertido en sus amigos, iba más enfocado en terminar su libro, acabar con la angustia que el no hacerlo le producía, y obtener finalmente la obra cumbre que todo autor busca escribir en su vida. Sin embargo, después de escribir A Sangre Fría, Capote no volvería a ser el mismo; incluso su bien y su pasión más preciada, escribir, se convertiría para él en su tortura y en su condena.
La película puede ser para los espectadores –evitando juicios innecesarios–, una disculpa para cuestionarse los motivos de los actos que se emprenden, y dejarlos con la ardua tarea de poder definirse como seres sociales que buscan la redención con el otro y no a pesar de él, llegando a ser algo más trascendente que simples seres de sangre fría que solo buscan el propio beneficio en sus acciones.
Capote obtuvo reconocimientos importantes, donde se destaca el Oscar de Philip Seymour Hoffman como mejor actor por su magistral interpretación, una caracterización tan demandante como categórica y que puso a este actor en el lugar que merecían su versatilidad y talento pocos años antes de su muerte. Sin embargo, decir que Capote vale solo por la interpretación de Hoffman sería faltar a la verdad, pues la forma narrativa, el desenvolvimiento de los hechos y la construcción de los personajes, dotan a la historia de realismo y ubican a Bennett Miller como un realizador con credibilidad en el desarrollo de los biopics en los que ha cimentado su carrera. No en vano por el último de ellos, Foxcatcher (2014), fue reconocido en el Festival de Cannes en su versión de 2014 con el premio al Mejor Director.
No se sabe aún si Bennett Miller continuará en la senda de materializar las vidas de seres de carne y hueso que han compartido con nosotros el mundo real, pero sí sabemos por sus cuatro filmes en la misma línea que posee un prodigio natural para llevarlos a cabo, y ya sea haciendo biopics o no, quedaremos a la espera de sus proyectos futuros buscando la misma contundencia que ha logrado en sus películas hasta el momento.
Publicado originalmente en la revista Kinetoscopio No. 112 (Medellín, octubre/diciembre, 2015), p. 40-41
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2015
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